Era un día cualquiera de primavera. Esa mañana hacía más calor de lo normal, un viento cálido del sur movía el pelo rizado de Aurora durante su camino al instituto. La joven iba triste, desilusionada, aburrida; pensaba en lo que le podría hacer Tifanny ese día: -"¿Pegarme, ridiculizarme ante toda la clase?"- se preguntaba.
Eran las ocho y cuarto de la mañana (todavía quedaba media hora para que empezara la jornada) y Aurora se encontraba a escasos metros del instituto; todavía no quería toparse con ningún compañero y mucho menos con su acosadora, por lo que decidió retroceder un poco hasta llegar a un banco. Se sentó allí y como la mayoría de los días, deseó que durante esas seis horas de clases, apareciera un niño, un compañero que quisiera ser su amigo, un compañero que lo cambiaría todo.
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